Presentación
La paradoja de la deshumanización en la tierra de los Derechos Humanos:
un estudio sobre el colectivo refugiado y solicitante de asilo en las islas hotspot griegas[1]

Edurne Bartolomé Peral*

Universidad de Deusto

Durante 2015, más de un millón de personas intentaron escapar de los conflictos en Siria y Oriente Medio buscando refugio en Europa, mientras los ciudadanos presenciaban la llegada de embarcaciones sobrecargadas de pasajeros a través del Mediterráneo desde Turquía y el norte de África, principalmente a Grecia, Italia y España (Bruneau et al. 2018). Los gobiernos y las burocracias europeos se han visto en la necesidad de responder a estos dramáticos acontecimientos de diferentes maneras. A medida que la migración se fue acelerando, rápidamente pasó a denominarse «crisis de refugiados». Algunos países, como Alemania, abrieron sus puertas a estos refugiados, mientras que otros respondieron negativamente con políticas y discursos anti-refugiados, como se ha visto en Hungría o Polonia. En el caso de Dinamarca, se aprobaron leyes anti-refugiados descarnadas que permitían la incautación de los objetos de valor de los solicitantes de asilo (Tange 2016), o en el caso de Hungría se construyó una valla de 175 km, acompañada de una campaña anti-refugiados y anti-musulmana (Nolan 2015). En este sentido, se pueden identificar dos momentos principales de toma de decisiones formales en la estrategia europea hacia las personas refugiadas y solicitantes de asilo, con dos resultados políticos diferentes (Sánchez Salgado 2021): En primer lugar, la decisión de adoptar el sistema de reubicación por cuotas en 2015; y en segundo lugar, la reforma del sistema de asilo, iniciada en 2016 y aún en curso (Protocolo de Dublín). Otras políticas más restrictivas llegarían, como la decisión del gobierno británico de deportar a Ruanda a las personas solicitantes de asilo que llegaban, o de alojarlas en barcos que más se asemejan a prisiones en condiciones dudosas de salubridad y dignidad humana (Couzens et al. 2023). Mientras que Europa ha abierto sus puertas y ha respondido de forma diligente y adecuada a la emergencia de crisis de refugiados como ha sido la de la guerra de Ucrania, otros grupos se han visto abocados a un proceso de «temporalidad permanente» (Lambert y Bartolomé 2022), que aún continúa y se perpetúa, asistiendo actualmente a las primeras llegadas a las islas griegas de población proveniente de Palestina, como consecuencia de la reciente guerra de Israel de Octubre de 2023.

Además del sistema de Dublín, la Unión Europea decidió externalizar el problema de los refugiados con la adopción del acuerdo UE-Turquía, y aplicando políticas cada vez más restrictivas dentro de las fronteras de Europa. Este proceso estuvo acompañado por una dinámica de politización y mediatización de las llegadas de refugiados. Durante este período y en relación con esta crisis, el llamado intergubernamentalismo liberal fue sustituido por decisiones unilaterales de los gobiernos europeos y el fortalecimiento de la presencia de Frontex en las fronteras del Mediterráneo y el Atlántico.

Deshumanización de los solicitantes de asilo: mecanismos individuales y psicológicos

La deshumanización ha sido típicamente un concepto estudiado en la psicología social y política (Kteily et al. 2015; Bruneau et al. 2018; Haslam 2006) con un creciente interés en el estudio de la dinámica intergrupal, la alteridad y, en el caso particular de los solicitantes de asilo. A partir de esta literatura, la deshumanización puede definirse como «el acto de percibir o tratar a las personas como si fueran menos que plenamente humanas» e implica «negaciones de la humanidad» tanto a individuos como a grupos (Martikainen y ­Sakki 2021; Haslam y Stratemeyer 2016, 25). Una contribución importante es el estudio y la teoría de Haslam (2006), que involucran dos tipos de deshumanización: la deshumanización mecanicista (que implica la negación de rasgos humanos y la comparación de personas con autómatas o máquinas inanimadas) y la deshumanización animalista (que implica la negación de cualidades exclusivamente humanas como la moral, las emociones refinadas, el lenguaje, etc., implicando una similitud con los animales).

En este sentido, Schwartz y Struch (1989), han vinculado la deshumanización y la negación de los rasgos humanos con una ausencia de valor prosocial, o humano, sensibilidades morales desarrolladas y por lo tanto vinculadas a rasgos animales en comparación con el intragrupo, y en ausencia de tales valores el grupo externo sería tratado como menos que plenamente humano (Haslam y Loughan 2014; Schwartz & Struch 1989) lo que llevaría a actitudes negativas, justificación y legitimación de acciones contra el bienestar, la inclusión, la dignidad y el valor del grupo externo (Esses et al. 2008). La deshumanización y las representaciones de los refugiados como menos humanos también tendrían como consecuencia su exclusión moral; si son vistos como menos humanos, serán, por tanto, menos merecedores de un trato humano, perdón, inclusión o comportamientos de ayuda y asistencia humanitaria.

Mecanismos de deshumanización de los solicitantes de asilo en el ámbito político, mediático y de políticas públicas

Existen varias formas en las que podemos presenciar cómo la deshumanización se transfiere y permea de la esfera psicosocial individual a la esfera burocrática y política. Según Francis (2021, 227), «la frontera entre humanos y los otros se redibuja continuamente, se realiza iterativamente, dentro y por los sistemas burocráticos, teniendo como consecuencia en última instancia una aplicación desigual de los derechos humanos». Y dado que la construcción dominante de animalidad excluye el reconocimiento de los derechos humanos, a los refugiados se les niegan tales derechos.

Las burocracias europeas necesitaban diseñar procesos y protocolos en la práctica que en ocasiones requerían el rechazo del estatus de asilo, o una mayor burocratización y categorización de los solicitantes de asilo. Un buen ejemplo, como explica Bakewell (2021), es Alemania entre 2013 y 2014, al crear tres nuevas formas de estatus humanitario para los sirios, quienes, incluso si hubieran sido admitidos, disfrutaban de menos derechos que los refugiados de la convención clásica (Tometten 2018). La categorización y el etiquetado burocrático son, según Bakewell (2021, 64), siempre algo deshumanizadores al enfocarse en cualidades específicas de las personas para agruparlas y clasificarlas juntas (Wood 1985; Zetter 1991), siendo reemplazadas por una identidad estereotipada y convirtiendo su compleja situación humana y tránsito en hechos desnudos, etiquetas o categorías al tomar decisiones críticas que afectan sus vidas. Otro ejemplo es el Ministerio del Interior del Reino Unido que utilizó la etiqueta de solicitante de asilo (Zetter 2007) generando hasta siete subca­te­go­rías o segmentos de solicitantes de asilo, contribuyendo a la tarea de eliminar la entidad individual, la realidad compleja y, por lo tanto, limitar su trato humano. Este proceso de etiquetado burocrático, basado en la supuesta neutralidad y justicia, puede derivar en un sistema cuidadosamente diseñado de discriminación política y social, al eliminar y cortar una parte significativa de nuestras vidas y no reconocer la entidad de las personas como individuos.

Según Sánchez Salgado (2021), los líderes políticos en Europa y sus políticas se han significado y ejecutado en un contexto de prevalencia del discurso de securitización. Como resultado de la globalización y la financiarización de la economía, los flujos migratorios desde países con un bajo Índice de Desarrollo Humano y PIB se intensificaron hacia los países del norte, además del desplazamiento forzado de refugiados. Estos son ahora elementos válidos para legitimar el poder estatal e imponer la creación de una «industria de la seguridad» compleja y sofisticada (Bauman 2006).

A nivel discursivo, los políticos y los gobiernos, junto con algunos comentaristas, justificaron y apoyaron respuestas severas a la crisis de los refugiados, exhibiendo hostilidad y reflejando una visión deshumanizadora de los musulmanes, que simultáneamente era compartida por algunos ciudadanos europeos (Bruneau et al. 2018; Taylor 2015). Algunos políticos europeos emplearon términos deshumanizadores al referirse a los refugiados, como por ejemplo, David Cameron refiriéndose a los refugiados como un «enjambre», Janusz Koran-Mekka, un miembro polaco del Parlamento Europeo refiriéndose a ellos como una «invasión de basura humana», o Zsolt Bayer, miembro del partido Fidesz en Hungría, refiriéndose a la llegada de refugiados a Europa como «hordas» o «bestias salvajes».

La deshumanización institucionalizada no es un fenómeno nuevo, ya que la negación de la humanidad a los pueblos no occidentales fue un aspecto identificable en el proceso de colonización (Francis 2021; Razack 2008; Wynter 2003). Esto vincula con la relevancia de la performatividad, que significa que las declaraciones y representaciones tienden a producir, en lugar de simplemente reflejar, la realidad (Butler 1990). En este sentido, el uso de estrategias retóricas, etiquetas y términos, tiene efectos performativos. Además, la investigación de Lazovic (2021) explica cómo el lenguaje deshumanizador puede provocar respuestas emocionales negativas y actitudes negativas hacia grupos deshumanizados (es decir, ira y rechazo hacia los inmigrantes), fomentando la xenofobia, la opinión pública anti-inmigrante y el apoyo a políticas más severas. Se generan así predisposiciones cognitivas vinculadas a procesos y dinámicas de encuadre (framing) y explotación de las crisis.

Deshumanización a través del acceso a los alimentos y la reciente situación de inseguridad alimentaria en las islas hotspot del Egeo

Esta presentación se enmarca en el marco del proyecto «Understanding the impact of the ‘hotspot approach’ to tackle the refugee crisis on fragile island systems» y el proyecto «Knowledge exchange grant based con título «Linking asylum hotspots: exchanging strategies towards dignified refugee reception and sustainable island systems» financiados UCL Global Engagement Fund y dirigidos por la profesora Rita Lambert (DPU-UCL) en colaboración con la Universidad de Deusto (Dr. Edurne Bartolomé Peral) y cinco ONGs de las cinco islas griegas «hotspot» (Samos Volunteers, Zaporeak, Echo100 Plus, Glocal Roots and Refugee Biriyani and Bananas). Estos proyectos han supuesto una primera fase en la que se recopiló toda la información necesaria para enmarcar la crisis en el tiempo y en los lugares clave, y vincular acontecimientos con acciones y reacciones desde un planteamiento de la teoría de los sistemas.

En una segunda fase, y basándonos en la literatura sobre deshumanización proveniente de la psicología social y de los estudios de comunicación, se han realizado además estudios de campo desde una perspectiva fenomenológica, realizando observación participante y llevando a cabo algunas entrevistas semiestructuradas, tanto a personas refugiadas o solicitantes de asilo, como a personas voluntarias en el terreno o a representantes de ONGs en la zona.

Esta segunda fase se inició en Julio de 2023, en un contexto protagonizado por el alto riesgo de inseguridad alimentaria que sufre en colectivo refugiado y solicitante de asilo. En mayo de 2023 se tomó la decisión por parte de las autoridades griegas de no continuar ofreciendo comida y agua a las personas vivieran en los campos de refugiados y que ya no formaran parte del sistema de asilo, ya sea por haber logrado el estatus de refugiado o por tener varias negativas a la solicitud de asilo, incluyendo esta medida a los niños (Fenix 2023; Intersos 2023).

El foco del estudio se centra en identificar elementos de deshumanización en las prácticas diarias de la población solicitante de asilo y refugiada, con un énfasis especial en el uso del espacio y la provisión de comida, y en un contexto en el que esta provisión de comida está sufriendo serias limitaciones. Como resultado del proceso de entrevistas se identificaron varios elementos destacados por parte de todas las personas que participaron, independientemente del rol en el que formaban parte del estudio. En cuanto al uso del espacio, se ponía de relieve el escaso acceso a la electricidad, en ocasiones tan solo unas pocas horas al día, las carencias en la disponibilidad y condiciones de espacios en los que vivir, tiendas o módulos prefabricados (ISO-box) en los que se alojaba a varias familias juntas, y la falta de salubridad y limitaciones de espacios comunes como baños y duchas. Esta escasez de baños y duchas y las temperaturas extremas, en invierno y en verano, son elementos muy denunciados. Un elemento muy común en el que todas las personas coincidían era en la necesidad de hacer largas colas para todas las actividades, ya sea ducha, ya sea cuarto de baño, y para el acceso a la comida. Esas largas colas pueden durar varias horas, de modo que una persona se puede ver haciendo hasta seis o siete horas de cola si unimos la ducha, aseos y comidas, generando una alta frustración y limitaciones en el uso del tiempo.

A a hora de la distribución de comidas, tal y como se revela en las entrevistas y en las prácticas de observación, dichas colas se pueden multiplicar por tres, ya que se hacen varias distribuciones al día, aunque las largas horas haciendo cola no implican ninguna garantía de poder obtener comida. Una vez se acaban las raciones, las personas que no llegan no obtienen nada para comer. Esto se agrava para los hombres solteros, que son quienes se tienen que colocar al final de la cola, y también acceden a los peores espacios habitacionales en los campos.

En cuanto a la provisión de comida que reciben del catering que contrata el campo de refugiados, la calidad de la misma es un elemento altamente criticado por el colectivo refugiado, en ocasiones en condiciones no óptimas para el consumo. La prohibición de cocinar en el campo es una de las cuestiones más centrales que perciben como deshumanizantes, ya que reduce la capacidad de elección sobre qué comer y cómo. Se impide asimismo a las familias proveer a sus hijos e hijas con la comida ajustada a sus demandas o preferencias, al mismo tiempo que limita su capacidad de agencia humana, ya que impide prácticas familiares, sociales y culturales centrales como sentarse alrededor de una mesa y desarrollar la vida familiar. No existen espacios para comer, y las personas se ven abocadas a comer sus raciones en lugares completamente improvisados. La falta de respeto a las costumbres y códigos culturales es otro elemento importante, ya que los tipos de alimentos, el respeto a los códigos religiosos y a los hábitos y preferencias culturales no es siempre respetado en la provisión de alimentos por parte de los servicios de catering contratados por los campos de refugiados.

Estás prácticas, identificadas en el estudio como deshumanizantes, son muy conocidas y denunciadas también por las organizaciones solidarias y organizaciones no gubernamentales en el terreno. Desde la experiencia de la observación participante realizada en el terre­no, y las entrevistas a voluntarios y personal de dichas organizaciones, estas iniciativas solidarias se esfuerzan en reducir y limitar las experiencias deshumanizantes con acciones y estrategias rehumanizadoras en los ámbitos de uso del espacio y la comida. Organizaciones como (WWBT-When We Band Together) en Lesbos, han creado un espacio seguro para mujeres y niños donde tienen acceso a servicios básicos como duchas, lavadora y espacios de juego para los niños, al mismo tiempo que ofrecen formación a las mujeres en idiomas, el uso de internet, búsqueda de empleo, costura y otras actividades.

Organizaciones como el proyecto vasco Zaporeak[2], han puesto en marcha una panadería que produce más de 800 panes de pita, para proveer con comida que se ajusta mucho más a los gustos y las costumbres del colectivo refugiado, al mismo tiempo que proporciona comidas equilibradas y que cumplen con las necesidades nutricionales. Además de tratar de paliar la grave situación de inseguridad alimentaria produciendo hasta 3000 menús diarios, se esfuerzan en aportar alimentos más difíciles de obtener, pero nutricionalmente muy necesarios para el colectivo solicitante de asilo, como leche o fruta fresca, marcando una importante diferencia en las iniciativas de provisión de comidas. Además, contratan y reciben como voluntarios a personas refugiadas o solicitantes de asilo para que este proceso sea colaborativo y puedan aportar su tiempo, incidiendo en la importancia de la dignidad con una sensación de utilidad y productividad en el uso del tiempo, y proporcionando a su vez comida en el campo y en otras ONGs como WWBT. Otras iniciativas solidarias ayudan a reubicar familias en viviendas fuera del campo de refugiados para que puedan desarrollar su vida familiar en condiciones más dignas. Y en el caso de Refugee Byriani and Bananas, en Chios, realizan entre otras iniciativas reparto de comida seca (arroz, pasta, legumbre etc.), para que las personas solicitantes de asilo puedan cocinar dicha comida de acuerdo a sus costumbres y preferencias y recuperen parte de su capacidad de agencia humana. Estas organizaciones tratan asimismo de minimizar el proceso deshumanizante de las largas colas, desarrollando una relación y sensación de confianza y predictibilidad en la que se conocen y comunican los procedimientos y prioridades a la hora de hacer la distribución de las comidas, cuidando al máximo los procedimientos, y generando así una sensación de confianza y sin agravios comparativos.

El trabajo de numerosas de estas organizaciones que tiene como principal objetivo la conservación, o en su caso devolución de una sensación de dignidad humana a las personas refugiadas y solicitantes de asilo, no está carente de riesgo de fuertes críticas e incluso ataques, y por parte de las autoridades, de criminalización e incluso cargos legales por ayudar y asistir a este colectivo (2022), acusándolos de tráfico humano, contrabando y de colaboración con las mafias.

En un mundo cada vez más globalizado y diverso nos exponemos cada vez más a situaciones de gran ambivalencia con las que parece que convivimos con creciente naturalidad. Por un lado, asistimos a la convivencia de discursos de aceptación de la diversidad y de incorporación de personas de otros orígenes como solución a ciertas carencias demográficas y de incorporación al mercado del trabajo, con discursos de rechazo a la diversidad en favor de un creciente nativismo y actitudes de amenaza simbólica y material (Stephan y Stephan 2000). Al mismo tiempo compartimos y ensalzamos como proyecto europeo unos principios de democracia, respeto a los derechos humanos, solidaridad y justicia social mientras simultáneamente asistimos a discursos de líderes políticos, políticas públicas y mensajes mediáticos contra la diversidad y colectivos desfavorecidos, reforzados con prácticas dudosas por parte de instituciones de la Unión Europea como, ha sido el caso de Frontex (Stevis-Gridneff et al. 2023). Es tarea importante de la sociología el desengranar estos procesos y entendernos mejor como sociedad, particularmente en nuestras contradicciones y ambivalencias, y especialmente si el riesgo puede implicar caer en planteamientos y prácticas iliberales y deshumanizantes hacia el otro.

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[1] Se agradece profundamente la colaboración en el desarrollo de este estudio al proyecto Zaporeak, por su labor y asistencia en el acceso a informantes y ayuda en la contextualización en el trabajo de campo. Asimismo, se agradece al Gobierno Vasco por su financiación dentro de sus fondos de Contrato Programa, acción 7 (2023).